sábado, 31 de marzo de 2007

Sea usted un payaso

A veces hay que meterse en la piel de un payaso para afrontar la vida. Sólo la atalaya roja de una narizota se puede contemplar el mundo sin perder la sonrisa porque cada vez que uno abre un periódico, conectar la radio o enchufa el televisor se da cuenta de lo mal que puede ir todo. Pocas son las informaciones que llegan a resultar amables y a engancharte con la vida. Las hay, ¿pero donde? Las hay pero por qué razón nos empeñamos en minimizarlas en un breve, en un segundo o en una fugaz imagen. ¿Acaso no venden? ¿Acaso a nadie interesan? Vivimos en una sociedad enraizada en la violencia. El ser humano, en general, hace la violencia su santo y seña, perdido como está en tiempos difíciles por él mismo creados. Ayer, un joven irrumpió en su escuela y se lió a tiros con su compañero, con sus profesores y con el personal que allí trabajaba. Su argumento era de una terrible simplicidad: me habéis hecho sufrir y ahora os voy a enseñar lo que es eso. La venganza pura y dura. La más absoluta falta de valores en una acción. Después, en un macabro final, se ha quitado la vida. Parece una película, pero no es más que una parte de la realidad cotidiana que nos rodea. Por eso en ocasiones, hace falta otra mirada. No volver la espalda a la realidad, pero buscar entre las briznas de hierba una gota de rocío que poder beber para seguir caminando. Y en ese sencillo gesto radica la sabiduría. Los medios de comunicación deberían saberlo. Los que trabajamos en ellos, también. Entre todo el caos hay historias y personas que merecen la pena. Historias y personas alejadas del horror nuestro de cada día, que se empeñan de hacer este un mundo habitable. Son gente corriente, sin grandes ambiciones, que te regalan una sonrisa por la mañanas o te dan un abrazo en mitad de la calle a mediodía. Buscan ser felices y hacerte feliz. Es importante intentar reconocerlas, porque nos va la vida en ello. No podemos sólo vivir de estos crápulas que se destrozan vivos en los programas o de estos indeseables que se empeñan en dar la razón a aquellos que piensan que el ser humano no existe. El ser humano está aquí, en este mundo y por mucho que nos empeñemos, aquí va a continuar, pero hay que dejarle su espacio, alejado de esta violencia lacerante cada día más patente. Por eso es bueno de vez en cuando ponerse una nariz de payaso y escribir un artículo que llame a la esperanza y, si después de leerlo, usted es capaz de reír aunque no le guste lo que lee, habrá dado un paso gigante hacia eso que llaman felicidad y que se encuentra al alcance de su mano.

Fuente: Diario Europasur 21 de noviembre de 2006
By José Luis Tobaliana

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