sábado, 22 de marzo de 2008

Los males de este oficio (periodistas)

“Algunos periodistas confunden su gastritis con los males de la patria; otros se han convertido en consejeros áulicos de políticos y banqueros o se creen intérpretes de los designios de la historia y conductores de la opinión pública o sueñan todavía con derribar al gobierno o se disfrazan de periodistas del Washington Post en busca de un Watergatea, aunque sea bajo las piedras.
En este oficio también se rompe muchas veces el principio de Arquímedes: muchos periodistas desplazan mucho más de lo que pesan.
Tal vez esto se deba a que en periodismo rige un principio maldito según el cual el éxito de un periodista sólo consiste en ser leído y todo vale con tal de llevar al lector viciosamente embebido hasta el párrafo final.
Pero hay otro principio fundamental: las personas se dividen en dos, en profesionales y en no profesionales.
Para que la vida transcurra con rigor y suavidad a cualquier hora del día, se necesita que unas personas hayan cumplido simplemente con su deber.
No son héroes, sino ciudadanos corrientes que trabajan dentro de la normalidad.
Hay periodistas oscuros que no equivocan nunca los datos, que contrastan los hechos, que no buscan el escándalo por si mismo, que no quieren derribar a ningún gobierno, que sólo sienten pasión por la información rigurosa, caiga quien caiga, que aman la libertad de expresión hasta allí donde empieza la vida privada intocable de cada individuo.
Los héroes de este oficio son aquellos periodistas que dan noticias fidedignas, emiten comentarios inteligentes y ponderados, conscientes de que la moderación es la conquista
más ardua del espíritu y a la vez el arma la más certera.
Llegar a la cima de esta fortaleza exige cada día una mayor preparación técnica, científica y cultural, acorde con la complejidad del mundo.
El éxito de un periodista no consiste en leído sino en ser creído.
La credibilidad es su único patrimonio”
Manuel Vicent (al recibir el premio Cervantes)

Fuente: diario Sur de Malaga 2007